La última actuación

Por Fritch__, 25 de marzo de 2022

El aspirante observa desde la seguridad de la trastienda, con un nudo en el estómago y haciendo crujir sus nudillos, como Thrall, el bardo, sella su insolente actuación con una larga y vibrante nota que se desvanece, como un eco en la ciudad profunda. Tras unos instantes, el silencio se quiebra con un cúmulo de aplausos.

El arpista se inclina, saludando a los asistentes con estudiada lentitud, alargando así la aclamación. Con un dramático golpe de capa, y luciendo una sonrisa complaciente, se retira a la trastienda con paso firme.
– ¿Estás seguro de querer actuar? – la voz de Thrall es suave como la piel de una serpiente.- Es una noche difícil. Los clientes parecen querer acabar con algo más que con la bebida.-
El comentario de su rival hace que su corazón se desboque provocándole un incontrolable castañeo de dientes.

Afuera, el público, roto el hechizo de la actuación, parece una hidra rabiosa. En una mesa, varios parroquianos discuten acaloradamente, golpeando la mesa con los puños y lanzándose gritos. Un poco más allá, otro de los mineros guarda silencio, serio y ausente, mirando con aire aciago su jarra medio vacía.

Thrall examina al joven, entornando los ojos, y le susurra meloso:
– Mira, Víctor, si no te ves capaz, puedo salir yo y hacer un bis… Todo para ayudarte, claro. –
Algo en el tono de su voz no se corresponde con el mensaje de ayuda, pero en estos momentos nuestro artista está demasiado nervioso para pensar.

Al otro lado de la sala, tras el mostrador de la taberna, el Sr. P., dueño de la taberna ‘El perro y el barril’ taladra a ambos con la mirada. Parece preocupado y suspicaz, y hace un gesto seco al cantante para que salga a escena. Un gesto que descarta toda posibilidad de negativa así que, hecho un manojo de nervios, entra en el amplio comedor y sube al gran barril chato, que hace las veces de escenario improvisado.

Cohibido por los rostros expectantes sentados frente a él, opta por mirar a un punto, allá al fondo, a lo alto. Con un carraspeo y la voz temblorosa, comienza a cantar ‘El farol de cobre’. La canción habla de como no todo es lo que parece, es burlona, divertida, y muy popular en la ciudad profunda, con una melodía pegadiza.
Profundamente sumido en el tema, recorre la melodía como el que baja trastabillando un empinado túnel. Un tropezón desafinado por aquí, el rasguño en ese tono demasiado alto y, al final del túnel, de la canción, el griterío de la ciudad profunda.

Aturdido, baja del barril y se sienta junto a la barra, con la mirada fija, de espaldas a la ruidosa congregación.
– ¿Cómo lo he hecho, Sr. P.? Me esforcé tanto como pude.
Levanta la mirada y se encuentra con la sonrisa divertida de Paul.
– Déjate de historias. ¿Qué cómo lo has hecho? ja ja ja. – su voz es protectora y áspera como la corteza del roble, y su risa, cálida y reparadora como una marmita de buen guiso al fuego.
– Te dije que lo harías bien. Tus admiradores no han parado de corear los estribillos, y creo que más de uno ha roto su jarra golpeándola al compás contra la mesa. –

Asimilando la noticia, gira lentamente la cabeza, para recibir con sorpresa, y el corazón rebosante de orgullo, la ovación de los presentes. En una mesa, varios parroquianos corean todavía la canción, riendo y apurando su jarra. Un poco más alla, otro de los mineros, con la cabeza llena de proyectos, planifica el futuro mirando fijamente su jarra medio llena.

– Esto es lo que deja tu buen hacer, Vic – susurra Paul, con voz ruda, dirigiendo su mirada al ambiente festivo de la taberna. – Antes te vi con Thrall y puedo hacerme una idea de lo que adujo para desanimarte. – Su sonrisa se ensombrece – Respecto a lo que te haya podido decir, no tomes muy en cuenta a ese cabeza hueca. Aunque él no lo sabe, la de hoy ha sido su última actuación aquí, en ‘El barril’, y deja un puesto libre. –

Con una sonora carcajada cierra el trato sirviendo un trago a su nuevo protegido.